miércoles, 5 de enero de 2011

Fin de año zen

Como la mayoría de seres humanos del lado occidental de este planeta celebro la navidad y el año nuevo en diciembre. Por estas fechas, y a lo largo de mi vida he tenido épocas gloriosas y otras desoladoras. Como la mayoría de seres humanos algunas veces he querido que el tiempo se detenga en este tiempo de emoción, y otras he querido pasarla lo más rápido posible, o más aún, colocar un puente que me lleve directamente desde noviembre hasta enero. Al margen de los tintes que barnicen las fiestas de diciembre, más de una vez me he preguntado en el objetivo de pasar por este ritual al final de cada año. Conforme alcanzo mayor perspectiva puedo plantearme que hay un sentido colectivo en estas fiestas.


Siendo bien intencionados diríamos que por unos días, minutos o segundos, en estas fiestas tomamos conciencia de que “todos somos uno”, no en el sentido mágico religioso de los iluminados que súbitamente se interconectan a todo el universo còsmico, sino en un contexto más real, más humano, como los hace notar nuestra Maestra Zen Joko:
“Podemos decir algo semejante sobre nuestras relaciones personales. Tendemos a considerarlas como hechos aislados en el tiempo: comienzan, duran un poco y terminan. Sin embargo, siempre estamos en alguna relación...en un momento puede manifestarse de una forma específica, pero la verdad es que ya existía antes de manifestarse de esa forma, y una vez que termina también continúa. Seguimos conectados a los demás, incluso a aquellos que han muerto. Los antiguos amigos, amantes y parientes continúan siendo parte de nuestra vida y son parte de lo que somos. Quizás sea necesario que la manifestación visible termine, pero la relación real nunca termina. No estamos verdaderamente separados los unos de los otros. Nuestras vidas están unidas; el sufrimiento es uno solo, la dicha es una sola, y nos pertenece. “

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